Yo me iré. Y se quedárán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto con su verde árbol
y su pozo blanco.
Todas las tardes el cielo será azul y plácido
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron
y el pueblo se hará nuevo cada año
y en el rincón de aquel mi huerto florido y encalado
mi espíritu errará, nostálgico.
Y yo me iré; y estaré solo sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando
A sólo unos cuantos kilómetros de aquí, se nos ha ido para siempre un escritor que nos llegaba al corazón y al alma.
A las bibliotecas infantiles y juveniles las cubre un manto de tristeza y a mí me viene a la cabeza este poema de Juan Ramón Jiménez, mientras busco en los estantes todos los libros suyos que tenemos para rendirle un pequeño y humilde homenaje.
Me consuela el pensar que los buenos escritores no se van para siempre mientras cualquier lector, en algún lugar del planeta, lea sus palabras y le dedique un recuerdo emocionado.
Precioso. Muchas gracias.
ResponderEliminarGracias a tí, Cristina, por leerlo con tan buenos ojos
ResponderEliminarTuve el placer , hará ya unos catorce o quince años, de compartir un encuentro con él, junto con mis alumnos de 2º de la ESO. ¡Entrañable!
ResponderEliminarUna maravilla de poema, se nota los sensibles dedos que lo eligen, para que nuestro Juan lo disfrute aunque esté de viaje, un poco a trasmano.
ResponderEliminarExpresiones
Piedra
Mª Teresa, Miguel: os agradezco que os hayais pasado por estos lares. Desde luego que era entrañable y que ganaba en las distancias cortas.
ResponderEliminarUn abrazo a los dos y gracias por comentar