Acompañada por la directora de la biblioteca municipal Lázaro Carreter y de mi amigo Fernando, el lector más empedernido de los que conozco (y creo que de los que no conozco también), llegamos al edificio de la Fundación a las diez de la mañana, como habíamos quedado.
Allí nos recibieron mis buenos amigos Elisa y Luis, a los que hacía miles de años que no veía por culpa de nuestras respectivas ocupaciones que nos hacen que no coincidamos en el tiempo que tenemos libre.
Nos enseñaron despacito y con detalle la nueva sede, tan distinta de la que ocupaban en el palacete de Eduardo Dato.
Despues cruzamos la calle y entramos en la Casa del lector...
Me quedé sin palabras, yo, que tengo tantas que me tienen que mandar callar frecuentemente
Recorrimos hasta el último rincón, encontramos sonrisas por todas partes y una de mis acompañantes tuvo la suerte de recuperar una antigua amistad despistada por el tiempo.
¡Qué maravillosa visita!!Qué luz, en el edificio y en las personas que nos acompañaban!
Dejamos allí algo que pensé que no tendrían: El libro de mi hadita buena, Irune. Su princesa Paula merece estar en la Fundación.
Luego, un cafetito en el bar de la placita y la promesa de que no pase mucho tiempo hasta el próximo encuentro... ¡Palabra de lectora!
Muchas gracias, amigos... a Kepa no lo pude conocer... será en otra ocasión o cuando ellos nos devuelvan la visita.
¡Tengo que ir! Ahora más si sé que merece la pena...
ResponderEliminarSí: hay que ir. Nos has metido buenas ganas en el cuerpo. Yo estuve una tarde en una reunión, pero sin tiempo para visita. Me programo para acercarme con calma.
ResponderEliminarUn abrazo