Lo bueno de los puentes cortos en época en las que el turismo va siendo menor, es que te permite viajar a sitios a los que fuiste en la juventud y tenias olvidados; disfrutar con calma de lugares y gentes que enriquecen tu vida y te contagian su sosiego y su filosofía de la vida, sin prisas, sin agobios, aprovechando todas las horas que te ofrece el día sin otra cosa que hacer.
Cada verano pensamos en volver a nuestras raíces, pero cada verano prima la playa sobre la montaña y lo vamos dejando para otra ocasión.
Este puente de todos los santos nos ha dado una pequeña oportunidad... ¡era tan fácil!
En la Andalucía profunda, allá donde se encuentran y se unen en una maraña las provincias de Cádiz, Málaga y Sevilla, este pueblo, El Gastor, parece querer deslizarse sobre las laderas de las montañas para llegar al mar.
Casi todas sus calles están en cuesta y las casas, de un blanco impoluto que casi daña la vista, te invitan a mirar por las ventanas para ver cómo es lo que hay en su interior...
Recién reconstruída la fachada, respetando al máximo su primera construcción, esta casa guarda en el zaguán el tiro que recibió el espejo durante la guerra civil.
Desde la calle podemos ver el patio, lleno de macetas que dan flores durante todo el invierno.
Ahora estamos en otoño, pero la temperatura es de 21 grados.
Salimos de Madrid con cinco grados, así que para nosotros es como si estuviéramos en el trópico, tanto por el calor como por la vegetación.
La cocina, con las perolas de cobre brillando sobre la despensa y los fogones nos transportan a la Andalucía de nuestra infancia, antes de que la televisión cambiara el horario habitual de nuestros quehaceres.
El pueblo, las calles y las casas son increíbles pero lo que hace más hermoso este lugar es la simpatía y la hospitalidad de sus gentes.
¡Qué poquito sabemos de la Andalucía que no da al mar!
Preciosa tu entrada.
ResponderEliminarSí, conocí el Gastor.
- ¿Tiene salida esa calle?
- Sí, pero tenga Vd cuidau. Esta pechete y con algunas cuvillas?
Abrazos
Piedra